Llevaba ya un tiempo pensando en darle un nuevo aire a esto. Había decidido darle un toque más personal cambiando el formato y la apariencia del blog. Saqué las acuarelas, la tinta, la pluma... Reescribí el título con mi propia mano. Saqué el troquelador de las grandes ocasiones, y ... al llegar el momento de la verdad, mis amigos y yo misma llegamos a la misma conclusión.
A veces, cuando intentas cambiar algo, cuando buscas tu propia identidad en el mundo o cuando tratas de descubrir algo propio que te defina y guste, muchas veces descubres que hasta ese momento infravaloras lo que ya tienes. Supongo que es porque, en parte, olvidas el tiempo que le dedicaste a la criatura inicial y lo mucho que supuso para ti en un principio. Y así ha ocurrido, que por muy bonito que pudiese ser esa nueva apariencia, al final, la de siempre, la genuina nos gusta más.
Aislándome de este caso, creo que eso nos sucede a todos en nuestro día a día. Cambiamos o buscamos aquello que nos falta y que pensamos que anhelamos profundamente porque queremos ser mejores, más modernos o más guapos que nadie, y al final, una vez que ha pasado todo, que nos hemos metamorfoseado en esa maravilla resplandeciente, nos damos cuenta de que antes estábamos ya bien.
Así que, queridos lectores, puede que esté errando en permanecer como ya estaba antes, y con esto no quiero que se malinterprete que no estoy abierta a cambios, pero por ahora, los elefantes y yo hemos cambiado para seguir igual, disfrutando de las pequeñas cosas bonitas de este loco mundo.
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