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Mostrando entradas de 2011

Autodestructiva...

Como una bomba que, desde su interior, destroza todo lo que encuentra en su camino...

19 Quai Montebello

París era una fiesta. Aquello no era solo una ventana, sino un mirador. El mundo ya no era el mundo, sino la imagen del amplio horizonte de una ciudad romántica. Los atardeceres iluminaban la plaza con retales dorados. Sonreía al contemplar que, literalmente, aquella era la ciudad de la luz.  El paso del día, me dejaba la misma sensación de los impresionistas de querer captar en su esencia los tintes de cada instante. Miraba por aquella ventana durante horas. Leía y escribía. Dibujaba y cantaba. Por primera vez sentía que era la protagonista de una historia. Si hubiese paseado por la calle, sin duda me habría dado cuenta de la muchacha que se asomaba a una ventana en un sitio como ese. Sin embargo, esa muchacha era yo. Por las noches, mientras la música de los artistas callejeros subía hacia mí, cuando el calor del día dejaba paso a la dulzura de las noches estivales,  pensaba. La gente no dejaba de pasear, fundiéndose en el caos multicultural de los lugares mundiales de peregrinació

" La guerre des boutons"

¿Qué puedo decir de esta deliciosa película? Para todos aquellos que todavía no lo hayan visto, desde luego se la recomiendo. Es cierto que tengo una gran debilidad por el cine francés, y en especial por esas películas que son ligeras, pero al mismo tiempo cargadas de sentimientos. La guerra de los botones es sin duda una de esas elecciones para los domingos otoñales lluviosos, cuando la melancolía y el recuerdo de otras tardes de infancia, se instauran en nuestra mente. Es entonces cuando te apetece acurrucarte en el sofá, bajo una manta y a ser posible, con algo caliente cerca y disfrutar de esas historias que te alegran repentinamente la tarde. Adoro observar que la persona que tengo a mi lado, sonría inconscientemente mientras no aparta los ojos de la pantalla. Que disfrute, y que durante una hora, se sienta otra vez pequeño y que al salir del cine, le apetezca trepar por los árboles o esconderse de los enemigos en el bosque bajo las hojas o recuerde las travesuras más divertidas

Indecente Rolla

“Y por lo tanto, ambos huyeron de las crueldades de la suerte, la niña en el sueño, y el hombre en la muerte”                                      Rolla  Herni Gervex     Él, burgués, inmerso en el ocio y el vicio, se enamora de Marie, una joven que se prostituye para salir de la miseria. Se gasta la última moneda que le queda para estar con ella. Con los primeros rayos de la mañana, se levanta, se acerca a la ventana y la observa, dormida, rendida a Morfeo, frágil. Mientras bebe veneno, sabe que es la última mirada que le dirigirá... En la primavera de 1878 este cuadro fue excluido de la selección del Salón de Bellas Artes de París por poseer un carácter inmoral. El cuadro, pintado por un joven pintor ya reconocido, Henri Gervex, quien contaba con tan sólo 26 años, estaba inspirado en un poema de Alfred de Musset publicado en 1833. La paradoja de la censura no fue el desnudo de la joven, ni su postura, sino la naturaleza muerta creada sobre la butaca. All
Colecciono instantes. Mucha gente se dedica a coleccionar. Mi padre, por ejemplo, fue un gran amante de la filatelia en su infancia. Mi madre prestó un especial interés por los dedales durante algunos años. Una buena amiga siente una enorme pasión por las mariquitas de papel, sobre todo aquellas engalanadas con vestidos victorianos, lo que produce que cuando cualquiera de su círculo   viaja a Londres, tenga el deber de buscar esa pequeña tienda de juguetes escondida en Covent Garden. Los objetos a coleccionar siempre son variopintos, desde tarjetas, postales, papeles, entradas de cine, bolígrafos… lo cierto es que no caemos en la cuenta de por qué motivo guardamos esas cosas. Puede que la primera constancia que tengo de ser coleccionista me viniese inconscientemente cuando era pequeña. Tener constancia de aquello que había sucedido en mi vida, ya fuese bueno o malo, u observar el presente sintiendo ya la necesidad de grabarlo para el futuro. Sí, colecciono instantes, puede que muchas

fotografías en blanco y negro

 Piet Mondrian  A veces descubres por casualidad, aquello que llevas buscando durante mucho tiempo. Tener más información detallada y anhelada,  produce que se desate una cadena inconsciente y eufórica en mí, y que me sumerja en la búsqueda y captura de todo aquello que me pueda interesar todavía más. Algo así me sucede con Arnold Newman. Sus fotografías, centradas casi monotemáticamente en los rostros famosos del s.XX, generan en mí un apetito producido por la calidad de captar el instante. Entiéndanme que al referirme a "instante" soy consciente de que son retratos de pose ensayada, pero ese término adquiere la acepción de naturaleza original, aquello que rodea a la persona y su mundo, su aura. Este hombre siempre se mostró reacio a considerar la fotografía como la imagen completa del hombre, sin embargo, consiguió mostrar al mundo no sólo el exterior sino lo que el propio hombre oculta y vela de su propia alma. En sus entrevistas le decía al entrevistador que

...con algún que otro incomprendido

El 14 de julio nace uno de mis "Grandes". Quizás sea el amor que le tengo a esa cifra, o simplemente, la atracción innata que siento por todos aquellos personajes que buscaron más allá del horizonte que el resto creía ver como final. Sea como fuere, Gustave Klimt nace ese día, en el año 1862.  Austríaco de nacimiento, pero de familia inmigrante, creció con el don de plasmar todo aquello que pasaba por su mente. En su caso el amor al arte le venía de familia. Su padre era grabador de oro y su madre siempre había sentido una gran pasión por el canto, lo que probablemente influyeran en él desde su más tierna infancia. A pesar de su origen humilde, se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Viena, generando una obra académica ya en su temprana carrera. Sin embargo, como otros muchos pintores y artistas, su manera de dibujar transforma, siendo en gran medida una consecuencia de la muerte tanto de su padre como de su hermano. Durante seis años no tocó pincel alguno, y cuand

...con el mundo real

Mi vida sin mí comienza cuando el ritmo del día a día me encasilla en la monotonía del transcurso de las horas, los días, las semanas... Me acuesto tarde, madrugo, como poco y es una mera necesidad del ser humano que sigo siendo, o mucho y entonces me traga mi propia ansiedad. Amanecer, trabajar, trabajar, anochecer. Reloj en mano con tic tac inexorable. Me acostumbro al ruido del despertador, al pulso de la ciudad desperezándose aún en la noche. Los semáforos que no han dejado de funcionar, ahora sí que regulan el tráfico. El frío me corta la cara, contrastando el calor de la ducha matutina. Algún que otro día me acuerdo de la cantidad de cosas positivas que me rodean y doy gracias a cualquiera que favorezca ese estado de ánimo. A veces, salgo de la ciudad y recuerdo los horizontes lejanos que marcaron mi infancia y mi forma de ser. El sonido del mar acompaña las caricias de una mano cálida que siento como mía. El sol me baña la cara y el viento mece las olas. El olor del salitre se
La quería. Adoraba la manera en que ella se sentaba en el manillar de su bici cuando volvían de la playa. Su pelo rizado, recién salido del mar, conservaba el olor a salitre y se movía tapándole la cara. Se había fijado en ella la primera vez que la vio salir de la panadería un domingo por la mañana. Su manera de andar, desgarbada y muchas veces graciosa debido al suave contoneo de sus caderas le habían obligado a establecer ese ritual dominguero de esperar a que pasase por allí.   Al principio se había contentado con solo mirarla, hasta que un día ella, al pasar por delante le sonrió. El tiempo pasó rápido. Volaron primaveras tirados en el campo con la única compañía de un libro. En invierno, los bailes en la pista de baile local, les servían para no pasar frío. Se miraban, pero nunca se dieron un beso en público, como mucho la mano o el brazo cortésmente. Le encantaba su mirada, ése lugar en el que todo era posible, incluso perderse en el universo. Ella era su mundo, el rincón que

Vuelta a la rutina?

Hace mucho que no escribo. Quizás se debe a la pereza de no conseguir acostumbrarse a la rutina o a la rebeldía de no querer hacerlo. Sea como fuere, sentía que ya iba siendo hora de que volviese a escribir, a vencer esa pereza, a sentarme delante del ordenador y dejar que todas esas cosas que vuelan en mi cabeza tomen forma. Quería escribir, y lo voy a hacer, sobre ese tipo de casualidades con que la vida te sorprende, ya sea para bien o para mal. Acostumbrada toda mi vida a visitar los cementerios de los rincones del mundo en los que mi padre y yo nos perdíamos, desarrollé una filosofía que siempre me ha parecido alentadora, por ingenua o idealista que resulte. Cada vez que paseo por un cementerio o me detengo a contemplar una tumba y leo el nombre que aparece en el epitafio, fantaseo y me pregunto quién pudo haber sido esa persona. Me imagino su vida, me invento profesiones, lugares, biografías, que pasionalmente configuraron a esa persona que ahora ya no existe sino en la congr

Con retraso

La semana pasada se conmemoraba el aniversario del trágico 11 S. ¿Quién no recuerda lo que estaba haciendo ese día? En mi caso, era un típico día de verano en el que la televisión rompió el lirismo y nos mostró la peor cara de la humanidad. Un avión se había estrellado en una de las torres del World Trade Center. Nos acostumbramos a ver las imágenes de un holocausto que, aunque en directo, no podíamos evitar asociar a una película. Pero en esa ocasión, la realidad superaba la ficción y la gente escapaba, robaba segundos para despedirse de los suyos, el mundo empatizó con esas familias rotas y con esos supervivientes, quizás más víctimas que los que nos dejaron para no volver. El 11 de septiembre no fue tan sólo un día, sino el inicio de una época que perdura. Coincidiendo con el principio de siglo, la confianza casi ciega en la cual nos encontrábamos sumidos se desmoronó. A partir de entonces, el miedo a que algo semejante volviese a suceder nos sumergió en la locura y el control.  El
En esta sociedad todos convivimos con un ritmo frenético que no solo se traduce en nuestras vidas, sino en nuestra manera de ser y actuar. Buscamos la novedad, lo más bonito, lo más moderno, lo que nos haga sentirnos atractivos, ricos y que nos otorgue el elixir de la eterna juventud tan anhelada. Necesitamos las modas. Vivimos por y para ellas. Carne de cañón. Nuestro mundo se basa cada vez más en las apariencias. La inteligencia, la eficacia o la astucia quedan relegadas a un segundo plano si no vendemos un aspecto atractivo al mismo tiempo. Nuestra autoestima no se contenta con los rasgos y capacidades psicológicas, necesita ser un buen producto, un buen envoltorio. Muchas veces, consumimos para obtener esa sensación o imagen. No es nada malo. La sociedad nos dice que tenemos que estar al tanto de lo último que sale al mercado, nos incita a cambiar de ropa, peinado, coche, cortinas ... hasta el punto de manejarnos cuales títeres sin conocimiento de sus necesidades o gustos. Compra
El teléfono sonó en mitad de la oscuridad. ¿Quién podría ser a esas horas? Aquel día gris ya había dado paso a la noche hacía varias horas. Descolgó y una voz familiar le preguntó si la reconocía. Mientras sus manos temblorosas trataban de agarrar el aparato, su semblante fue dibujado con una sonrisa triste. ¿Cómo no iba a reconocer esa voz que se había convertido en la de un hombre ante sus ojos? Hacía mucho tiempo que no sabía nada de su vida, o por lo menos, mucho más desde la última vez que habían hablado. Sabía que las cosas le iban bien. Aquello no era una buena nueva, sino una realidad que le había acompañado toda su vida. Sus sentimientos habían sido especiales, siempre había esperado grandes cosas de él. Desde el momento en que el timbre del teléfono rompió la soledad que acentúa la noche, sintió que aquello sería una despedida. Quiso ser fuerte. Despegó sus labios. - Espero que seas muy feliz. Estoy segura de que la vida te deparará todo lo bueno que se merece alguien com

click

Hay recuerdos como fotografías que, cuando los revelamos en la cubeta de la memoria –esa cubeta mágica y secreta que todos ocultamos en el cuarto de atrás de nuestras vidas-, aparecen movidos o velados parcialmente. Son los recuerdos que preceden al olvido. Vemos su imagen, queremos reproducir el tiempo al que pertenecen, o su lugar concreto, o lo que para nosotros supusieron en su día, pero, por alguna razón, por más que lo intentamos, no podemos conseguirlo. Por eso nos producen una gran melancolía. Entre cada recuerdo- como entre cada fotografía- quedan siempre unas zonas en sombra bajo las que se nos ocultan trozos de nuestra propia vida; trozos de vida a veces tan importantes, o tan significativos, como los que recordamos o como los que viviremos todavía. Son esos cortes en negro que sustituyen en las películas a los fotogramas rotos o quemados por las máquinas y que hacen que cada vez sea más complicado poder seguirlas. Al final, cuando se repiten mucho, terminan por hacer el re
Hacía mucho tiempo que no me acordaba de aquella mujer. Resultó inevitable que el comentario que acababa de escuchar no me revolviese. No era nada fuera de lo común y de lo esperado, y sin embargo, su recuerdo en mi cabeza era atemporal. El paso del tiempo no había hecho mella en ella. Siempre la había admirado. Quizás no era alguien excepcional, increíble o interesante. Realmente creo que nadie lo es salvo en la mente de los demás. Para mí lo era, incluso siendo consciente que ese halo, esa imagen, pertenecía a mi mundo de infancia. Aquella mujer había sido tan importante para mí que cuando dejé de verla, su ausencia me perturbó sobremanera. Era entrañable, permisiva, alegre. La tienda que regentaba era el mayor de los paraísos existentes en aquella villa marinera y a pesar de no compartir genética, disfrutaba de su compañía sin ser consciente del lazo familiar que se iba tejiendo entre ambas. El destino nos separó. Volver a verla fue un regalo no concedido. Perder el último buen rec

con un sentimiento

El otro día tuve el placer de escuchar a Ara Malikian en directo. Si no le han escuchado nunca les aconsejo que busquen su música, compuesta por el maravilloso guitarrista Fernando Egozcue. Solo se me ocurre una palabra. Complicidad. La clave del éxito de esta gira (sin obviar que ambos son unos músicos fantásticos) es la complicidad que existe entre ellos y que inunda el escenario del teatro en cuanto salen. Ara pone la pasión desbordada, los saltos, lo maetral, mientras que Fernando discreto y cauteloso, se mantiene en un segundo plano y abraza su guitarra de una manera tan atractiva que al final no sabes si lo que ves es la figura de una guitarra y un hombre, o la silueta de dos amantes. Supongo que no hay nada que les parezca trascendente, pero llegados a este punto, me encontré a mí misma reflexionando. No sé cuanta gente habría en la sala, ni tampoco si mucha de esa gente iba convencida o a la aventura de sorprenderse. La cuestión es que, en mi embriaguez de emoción, con la p

...con dejar que el genio salga a la luz

En ocasiones padezco un miedo infantil, una sombra, un fantasma que me persigue y me impide pensar con claridad. ¿Pueden comprender que el aprendizaje genere miedo? Llevo días dándole vueltas a la posibilidad de que una enseñanza que consigue semejantes resultados pueda tener algo positivo. En lo que a mí respecta, siempre he defendido que una   base teórica ha de estar complementada con la praxis. Cuando ambas se aúnan es posible obtener resultados maravillosos. Sin embargo, desde el punto de vista que me concierne ahora, esa enseñanza no puede ser estricta en cuanto al arte se refiere. Es cierto que es necesario conocer y dominar la técnica para establecer ciertos criterios. Un hombre puede tener un don especial para la música hasta el punto de no necesitar partituras pero, ¿qué ocurrirá cuando quiera escribir su obra si ni tan siquiera sabe lo que es un pentagrama? Resulta un ejemplo ingenuo, pero todo se traduce a ello. Existen personas con talentos especiales, capaces de hacer sur

...sueñan con Woody Allen

C ien minutos de felicidad. Eso es lo que sucede cuando sentado en la oscuridad y con un título como única información se enciende la pantalla. Las imágenes llenas de luz comienzan a aparecer. París y el jazz lo envuelven todo. Durante los cinco primeros minutos estás convencido de que el precio de la entrada ya está amortizado y si se acabase la película en ese mismo momento volverías a casa con la misma sensación que te produce algún recuerdo de infancia. Sin embargo, tan sólo es el principio, todavía te quedan 95 minutos de felicidad. No ésa producida por una comedia que no te da ni un respiro, sino la que consigue mantenerte sereno y ansioso. Fina, sutil, plena. La misma sensación que queda cuando despiertas del maravilloso sueño al aparecer los últimos créditos. Entonces sales del cine y no puedes evitar pensar, fantasear, sonreír. Dicen que París es siempre una buena opción. Si encima es de noche y puedes pasear bajo la lluvia corres el riesgo de que tanta felicidad te pued

Cuando los elefantes sueñan...

Tras mucho tiempo y ante esta nueva aventura, me adentro en este mundo, bisoña e ilusionada. Este blog no tiene ninguna intención que no sea disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, reflexionar sobre todo lo que nace de ella e intentar que alguien en algún rincón pueda sentirse feliz o indentificado. Encontrarán extravagancias, pensamientos, cosas variopintas... Si deciden quedarse y compartir un trocito de esta alocada existencia desde un punto de vista soñador, serán bienvenidos. Los elefantes, aun siendo animales, nunca habían sido tan humanos. Mis elefantes se despiertan y abren sus ojos a lo que les rodea. Descubren todo lo que anida en el mundo. Ríen, sufren, cantan, bailan, dibujan, pasean, odian, viajan, leen, lloran, aman...sueñan.