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Diciembre en la casa Stahl

 Supongo que muchos estaréis escribiendo los propósitos de año nuevo en estos días de letargo. Desde que vivo en el extranjero, ese margen entre Navidad y Año Nuevo ya no lo es tanto, con jornadas maratonianas para exprimir el hecho de que en esta semana libre tienes que compensar los tres meses del otoño y los tantos de invierno que vienen con el nuevo año. Mi deseo fundamental para el 2024 es que sea un año tranquilo, o que, aunque todo lo que no depende de mí me lleve a un ritmo frenético, intente (y consiga) mantener una calma interior. ¡Todo un reto! El reto de una casa al mes surgió para motivarme a investigar en una tipología que me encanta, como es la arquitectura doméstica. Sin embargo, como habréis podido comprobar, muchas veces se me ha hecho bola. No porque no me guste o lo disfrute, sino porque este año he sentido que era o intentar robar ratos de descanso, o escribir aquí como si de una obligación se tratase. Quizá el 2O24 será un año de casas y no de casas al mes. Quiero
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Noviembre en el nido de lectura

 El otoño es mi época del año preferida y sin embargo este año ha pasado de largo. Las incursiones en los bosques han sido sustituidas por jornadas de pantalla y catarros varios. El otoño ha pasado, pero no por mí, y los árboles de la avenida se desnudaron antes de tiempo, robándonos por adelantado el dorado de sus brazos hacia el cielo al que nos tenían tan acostumbrados. Sigo en meses de introspección y acabo deseando "encuevarme". Pero no me siento mal con respecto a esto. Muy al contrario, desearía abrazar este sentimiento, poder dejarme llevar por mi instinto animal, volverme oso y no volver a salir o a socializar, o a hacer cosas hasta que mi cuerpo me lo pida. Quizá la cueva sea algo muy extremo. Puede suceder que solo quiera una cama mullida, unas sábanas blancas y un edredón suave pero denso (que no pesado) de esos que te envuelven y te hacen sentir en una nube. Y ya que estamos, ¿por qué no tener vistas?.  Sí, eso, unas vistas a un bosque dorado, a un jardín bien po

Octubre en la casa EM8

Hubo una época en la que la modernidad y el mediterráneo tenían en común el pueblo de Cadaqués. En él se refugiaba la burguesía catalana y los arquitectos locales (y extranjeros) supieron explotar el encanto de lo vernáculo desde un punto de vista contemporáneo. Correa, Milá, Tusquets, Barba Corsini...diseñaron los mejores refugios, casas sencillas pero llenas de detalles que pasan desapercibidas entre la silueta de las casas de los pescadores.  ¿Cómo sería Cadaqués de no haber sido poblada temporalmente por la flor y la nata? Quizá no sería tan grande ni se congestionaría cada festivo, pero habríamos perdido la belleza de estas viviendas. Pienso en octubre, con su luz decadente y dorada. Oigo el vaivén del agua rompiendo en las calles del frente y el color azul del mar se difumina por momentos con el del cielo, mientras las corrientes hacen bailar los veleros fondeados. El blanco brillante de la cal brilla y se contrapone con el gris de las rocas, de los suelos, del terreno. Y si escu

Septiembre en la casa Love2

 Septiembre es uno de mis meses preferidos pero desde hace un tiempo se ha convertido en una apisonadora descontrolada, un torbellino que arrasa por igual con los propósitos y las rutinas que considerábamos sanas e inamovibles antes de la llegada del curso escolar.   Este septiembre lucho la batalla de ser más optimista sin caer en lo fácil sino siendo consciente de que voluntariamente estás eligiendo quedarte con lo bueno, con todos esos pequeños detalles que sí que funcionan, en esas cosas que sí que salen bien... en definitiva, en lo que evita que nos volvamos grises o pequeños. La casa de septiembre es un poco eso, una limonada hecha con limones de apariencia fea, pero que resulta ser una bebida fresca, reconfortante ante el calor y la envidia de todas aquellas hechas con los mejores limones. ¿Y qué tiene de interesante esta casa? Pues en primer lugar, que es la casa de un arquitecto, y esto siempre es interesante porque yo mantengo la tesis de que mi casa no podría estar hecha por

Agosto en la casa Pittwater

Agosto se transformó en un instante en el tiempo y aunque ya estemos de vuelta en la realidad todavía me recreo en lo que significa. Pienso en esa sucesión de días sin domingos que ahora parece tan lejos.  En mis oídos retengo las olas meciendo algunas siestas, las tormentas de lluvia con las ventanas abiertas que tanto me gusta oír desde esa cama que es "mi casa", la voz de mi padre recitando a Machado o todas esas conversaciones bonitas e inesperadas que llegan pero que nunca se acaban. Mi piel anhela la sal con la que vuelves paseando a última hora de la playa y también el frescor de las duchas tardías en el jardín. Y el sol, ese calor que calienta y eriza la piel a la vez, y que tan insoportable me parece pasado un rato, pero que tanto necesito. Mi retina tiene grabados el color de la piedra rojiza de una iglesia románica al atardecer, el turquesa del atlántico en un día de sol y el verde de los vallejos y de las zonas emboscadas.  Aún tengo en la punta de la lengua el s

Julio en la casa Schaffer

L a arquitectura es un arte, y por si alguno no lo tenía claro, esto no es negociable.  Si añadimos California, la meca de la cinematografía y de un estado que llevó la delantera en mucha cuestiones medioambientales durante el siglo pasado, lo que tenemos es un microcosmos perfecto para descubrir joyas arquitectónicas en cada esquina, bosque o ciudad. Esta casa familiar es un regalo para la vista y no me sorprende en absoluto que sirviese de decorado para la estética película de Tom Ford, "A single man". Fue diseñada en 1948 para convivir con el bosque de robles en el que los propietarios, los Schaffer, solían hacer sus picnics. No sé si será real, pero me parece un inicio precioso. Cuando vemos esta casa, algo nos llama la atención. Las cubiertas y las vigas, las vidrieras inclinadas, la madera roja... todo nos hace pensar¿dónde está Wright? ( Para los no friquitectos, nuestro amigo Frank Lloyd Wright es el padre absoluto de la arquitectura contemporánea. Así, sin discusione

Junio en la casa de Los Altos

 Junio llega y pasa como un cohete que a su paso deja calor y el polvo pegajoso que genera. He leído que en concreto éste ha sido el junio más caluroso desde 1900, y creo que en París no hizo falta que nadie nos lo especificase porque parecía más un agosto canicular que la despedida de la primavera. Gracias a los cambios meteorológicos de una ciencia inexacta, se ha despedido con corriente, nubes y una amplitud térmica que permite coger aire y dormir algo mejor que las últimas semanas. Me imagino que como para la gran mayoría, empieza un tedioso ejercicio de autoconvencimiento sobre cómo el verano anima el espíritu y también de que las vacaciones ya no están lejos. Seamos realistas, el mismo cohete que pasa y nos deja solo su estela como imaginen, así serán las vacaciones, así que intentemos aprovechar los días estivales, aunque sean laborales, para vivir, que es lo urgente. Y en esa urgencia, soñando con otras arquitecturas y separándome algo de la arquitectura mid century que tanto m